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Corea del Norte. La historia del conspicuo reino ermitaño
Contributor(s): Charles River Editors (Author)
ISBN: 1981518843     ISBN-13: 9781981518845
Publisher: Createspace Independent Publishing Platform
OUR PRICE:   $10.58  
Product Type: Paperback - Other Formats
Language: Spanish
Published: December 2017
Qty:
Additional Information
BISAC Categories:
- History | Asia - Korea
Physical Information: 0.2" H x 8.5" W x 11.02" (0.55 lbs) 98 pages
Themes:
- Cultural Region - Asian
 
Descriptions, Reviews, Etc.
Publisher Description:
"No hay fuerza en el mundo capaz de detener la poderosa marcha de nuestro ej rcito y nuestro pueblo, que sostienen en alto la bandera de los soles del gran camarada Kim Il-sung y el gran camarada Kim Jong-il, y contin an avanzando bajo el liderazgo del partido con una fe inquebrantable en la victoria." -Kim Jong-un
En 2014, la Estaci n Espacial Internacional divulg una serie de fotograf as que hicieron que cibernautas de todo el mundo se pellizcaran el brazo de incredulidad por m s de un motivo. Para empezar, el mundo qued asombrado por la definici n n tida y la resoluci n estelar de las im genes captadas por los lentes NightPod de la agencia espacial, que mostraban sorprendentes tomas satelitales del mundo iluminado por deslumbrantes luces de ciudad. Pero fueron unos primeros planos de la frontera entre China y Corea del Norte lo que provoc reacciones mucho mayores que el resto de las fotos, ya que las im genes, pese a su ptima calidad, no dejaban de ser preocupantes. Respaldadas por un video secuencial del rea, mostraban un enorme parche negro -de aproximadamente 75.000 kil metros cuadrados, para ser precisos- flanqueado por dos largos tramos dorados de c mulos de luz que representaban a las ciudades m s grandes de la regi n. De un lado, estaban los titilantes territorios chinos, y del otro, las relucientes extensiones de Corea del Sur. El parche negro en cuesti n era tan oscuro, que habr a podido confundirse con una prolongaci n del Mar Amarillo o del Mar de Jap n. A primera vista, no se ve a ning n indicio de vida, aparte de un destello m nimo en el centro del abismo. Ese destello no era otra cosa que la ciudad de Pyongyang, y la pieza faltante del rompecabezas no era otra que la Rep blica Democr tica Popular de Corea.
Corea del Norte ha sido desde hace mucho tiempo el objeto de chistes, as como un blanco perenne de censura internacional, pero la sorprendente foto satelital era todo menos divertida, pues demostraba las condiciones verdaderamente catastr ficas en las que se hallan los propios norcoreanos. Las estad sticas muestran que un surcoreano promedio consume hasta 10.162 kilowatios-hora de energ a al a o, mientras que sus vecinos del norte consumen s lo 739. Esta es s lo una de una serie de dificultades que afectan al estado, impidi ndole un progreso adecuado. El conjunto desigual de ciudades desparramadas pero l nguidas, y de provincias miserables y empobrecidas, contrasta en su silencio pavoroso con las bulliciosas metr polis a ambos lados de ellas. Corea del Norte se halla atrapada en un burbuja impenetrable e insonorizada, y el Estado mismo est congelado en el tiempo. Exceptuando una porci n de la capital, donde residen el Comandante Supremo y las lites de Corea del Norte, el horizonte descolorido de Pyongyang con sus edificios mon tonos y compactos, aunque supone una gran mejora con respecto al resto del estado, parece sacado directamente, en el mejor de los casos, de los a os 70.
Entonces, por qu Corea del Norte difiere tanto de sus vecinos, si s lo unas meras fronteras la separan de ellos? Debido a una sucesi n de tiran as reforzadas por el nepotismo. He aqu una naci n entera adoctrinada por una propaganda escalofriante y pasmosa, moldeada por el miedo y una ignorancia forzada; purgas masivas aparentemente aplicadas por capricho, sin juicios justos; una paranoia sin igual y asesinatos a sangre fr a a diestra y siniestra, casi a la vuelta de cada esquina; una periferia empobrecida de p ramos des rticos habitados por masas desnutridas, alrededor de un mundo que fulgura con la grosera opulencia y las riquezas superfluas de la lite. Todo esto suena como los elementos de un periodo particularmente peligroso de una autocracia impuesta por alg n monarca desquiciado de una poca pret rita, o tal vez como un gui n estereotipado para un thriller ambientado en un futuro dist pico. Pero, por desgracia, la descripci n coincide c