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La Conspiración Abierta. Plan para una Revolución Mundial: Introducción de Ernesto Milà. Los verdaderos Protocolos de los Sabios de Sión
Contributor(s): Milá, Ernesto (Introduction by), Milá, Ernesto (Editor), Milá, Ernesto (Translator)
ISBN: 1980415285     ISBN-13: 9781980415282
Publisher: Independently Published
OUR PRICE:   $23.75  
Product Type: Paperback
Language: Spanish
Published: February 2018
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BISAC Categories:
- History | Europe - General
Physical Information: 0.48" H x 6" W x 9" (0.69 lbs) 208 pages
 
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Publisher Description:
Tales son la verdad de la posibilidad humana y nuestras necesidades, seg n yo las percibo; y ste es el modo como el hombre debe vivir, si es que nuestra especie ha de sobrevivir y elevarse a m s grandes destinos. Expongo la verdad seg n me ha sido dado verla; para m no puede haber ninguna otra verdad. Por todas partes nos cerca la obscuridad de lo desconocido; pero la luz que poseemos cuando hemos aguzado la vista hasta el m ximum, debe ser nuestra gu a. A causa de la ceguera y de los prejuicios no puedo hacer otra cosa sino correr al lado de las realidades que imagino que expreso. Por fuerza la realidad que se manifiesta en todo el mundo y en cada instante del tiempo, es infinitamente mucho m s complicada y prodigiosa que cualquiera afirmaci n, pre ada de posibilidades insospechadas todav a. Cuanto m s hacemos, tanto m s necesitamos de medida y mapas y planos para mantener nuestra direcci n al trav s de la selva virgen de sus maravillas y peligros manifiestos. Que esta exposici n de la fase corriente de la vida humana, como ocasi n para que una Conspiraci n Abierta establezca una econom a mundial, haya de parecerles a muchos una simplificaci n extremada de nuestras circunstancias, no significa su condenaci n. El valor de un mapa estriba en el hecho de que no es un modelo ni una pintura de la realidad, sino una abstracci n reducida, lo suficientemente clara y lo bastante ver dica en los puntos esenciales, y suficientemente exenta de errores para poder servir de gu a.Este esquema para avanzar y establecer un control humano sobre los destinos de la vida y librarla de sus presentes riesgos, incertidumbres y miserias, se ofrece aqu como enteramente practicable, sujeto nicamente a una condici n: la de que quieran aplicarse a su servicio suficientes hombres y mujeres. Esta no es ninguna profec a. Es claro que todo el crecimiento depende de la aparici n de esos grupos primeros, que han de sostener y difundir sus ideas fundamentales. Estas ideas tienen que llegar a ser la base mental del esfuerzo constructivo. Como estas ideas acierten a encontrar un n cleo suficiente de individuos vigorosos, capaces y abnegados para su establecimiento, lo dem s vendr por s solo. Se necesita mucho caudillaje; no el caudillaje de un solo caudillo, porque los tiempos de las monarqu as espirituales pasaron, ni el caudillaje de figuras extraordinarias, sino las iniciativas en rgicas de muchas personalidades colaboradoras. No me meter a averiguar d nde se encuentran actualmente esos caudillos, si en las universidades, laboratorios, estudios, factor as, minas o escuelas t cnicas; pero tengo la firme creencia de que acudir n al llamamiento de nuestras poderosas oportunidades.Para mi generaci n, el papel de Juan Bautista debe ser nuestra ambici n extrema. Podemos proclamar y hacer evidente el advenimiento de una nueva fase de fe y esfuerzos humanos. Podemos se alar el camino cuyo descubrimiento ha sido la tarea de toda nuestra vida. Hemos golpeado nuestro individualismo instintivo en el yunque del socialismo; hemos presenciado el Apocalipsis de la Gran Guerra; nos han conducido mal y hemos rodado por profundidades de desesperaci n; hemos aprendido. He aqu -decimos-lo que de todo eso hemos sacado. Aqu est n las bases para un nuevo mundo. En los pocos a os que nos quedan de vida no podemos esperar hacer ya otra cosa sino eso. A vosotros os toca decir si querr is poner el pie en esa direcci n y marchar con nosotros avanzando. Sobre vosotros-individual y multitudinariamente-descansa el futuro. Ac y all podr la suerte corregir y complementar los esfuerzos de nuestra especie y salvarnos de los plenos castigos de nuestras culpas y negligencias; pero salvo el impacto de alg n inimaginado desastre del espacio exterior, la decisi n suprema de la suerte de la vida en este planeta estriba ahora en la voluntad del hombre.